En la Sagrada Escritura nos encontramos con diferentes respuestas a esta interrogante. Para muchos, es muy importante el llegar a una definición personal sobre quién es y qué representa Jesús en la vida. Para ellos, la respuesta a esta cuestión es la que define el compromiso y adhesión a la fe de las personas.
Los artistas han intentado a lo largo de éstos dos mil años plasmar y elaborar imágenes acerca de cómo podía ser Jesús físicamente, a partir de escritos e influenciados por el movimiento en el que se insertaban. Cada uno tenemos una imagen diferente de Jesús en nuestro interior, dicha imagen es fruto de lecturas, pinturas y de deducciones o hipótesis personales. Su imagen ha ido cambiando y ha estado sometida al devenir histórica y a las distintas generaciones que la van modificando. Se le ha representado en muchas ocasioneso con tez blanca, delgado, alto, de ojos azules y cabello claro. Sin embargo, el prototipo de hombre de la época (que a Jesús le tocó vivir), no se asemeja con estas representaciones. Años de tradición nos han acostumbrado e ido inculcando una imagen física de Jesús antropológicamente imposible e irreal.

Nosotros nos lo imaginamos como un hombre normal y corriente de la época, un hombre joven, con barba y pelo largo, de nariz ancha, ojos marrones, mirada sincera, cariñosa y tierna (tal y como él era) y de piel morena. Su constitución debía ser delgada puesto que su dieta era escasa y, en aquel tiempo, la gordura era símbolo de riqueza, poder, avaricia, etc. Seguramente esta no sea una imagen muy objetiva y fiel, ni una imagen que se asemeje al Jesús Real, sin embargo, consideramos que es igual de válida que el resto.
La BBC se ha atrevido a aproximarse científicamente al posible rostro que pudo tener Jesús. Lo ha hecho con la ayuda de un cráneo judío del siglo I hallado en Jerusalén y de tecnología gráfica digital de última generación. Esta es la imagen obtenida tras la investigación:

El resultado es el nuevo y sorprendente rostro de un Jesús con pómulos y nariz prominentes, cabello rizado y tez morena; nada que ver, claro está, con la pálida, lánguida y suave faz con que se le ha representado antaño.
Los rasgos más característicos de la personalidad de Jesús son fundamentalmente tres: en primer lugar, su libertad; en segundo lugar, su cercanía a los marginados, y en tercer lugar, su fidelidad al Padre del cielo. Jesús debía de ser un Mesías misericordioso, enérgico, radical, compasivo y exigente. Cristo nunca pasaba de largo, sino que se quedaba, invitaba pero, sobretodo, cuestionaba.
Es una persona de un equilibrio admirable; combina energía y suavidad; prudencia y sencillez. En los evangelios sólo una vez se enfada. Ama durante toda la vida hasta el extremo, hasta la consecuencia y locura de morir por sus fieles. ¡Es un Jesús liberador!
